Arranca una Ryder que puede inaugurar una nueva era
La Ryder Cup es el tercer evento deportivo más seguido en el planeta tras el Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos, pero hace 40 años agonizaba. El dominio de Estados Unidos, que desde 1927 apenas había cedido tres ediciones, amenazaba con borrar cualquier rastro de emoción. Fue entonces, en 1979, cuando Jack Nicklaus tuvo un gesto que define la esencia fraternal de una competición diferente al resto.
Sugirió que el equipo británico, al que se habían sumado ya los irlandeses, se abriera a los europeos. El objetivo era involucrar a Severiano Ballesteros, el joven que estaba revolucionando el juego con su genuina manera de interpetarlo. La moción salió adelante. Seve cumplió y la Ryder entró en una nueva era. El genio de Pedreña, con la colaboración de figuras como Bernhard Langer, Chema Olazabal, Nick Faldo o Ian Woosnam, transmitió su particular naturaleza al resto y ese espíritu quedó para siempre impregnado en el ADN del equipo. Empujado por esa particular mística, Europa logró someter a las figuras estadounidenses, pese a que muchos de los chicos coleccionaban pósters de sus rivales.
El equipo azul se ha llevado el trofeo en 11 de 16 ediciones desde 1985, cuatro de ellas a domicilio, y sólo una vez -en 1993- fue derrotada en casa. Las estrellas más importantes del golf mundial se han estrellado contra el muro que conformaban, hombro con hombro, los muchachos del Viejo Continente. La mejor prueba es el palmarés del gran Tiger Woods: seis derrotas en siete participaciones.
A esa mística se agarra este fin de semana el equipo de Thomas Bjorn, que por primera vez en años no parte como favorito en suelo europeo. “La ultima Ryder [Hazeltine 2016] la ganó Estados Unidos y ahí cambiaron las tornas. El equipo de americano impresiona. Si no es el mejor, que yo creo que sí, estará entre los dos mejores de a historia”, reconoce, sin tapujos Olazabal, integrante de siete equipos europeos como jugador y artífice del célebre Milagro de Medinah como capitán.
Son muchos los que opinan como él. Once de los 12 estadounidenses están en el Top 20 mundial y nueve de ellos saben lo que es ganar un ‘grande’. En total suman 31 ‘majors’ por sólo ocho de los europeos, a los que también superan en victorias este año.
Europa está acostumbrada a verse superada en el ranking mundial e incluso en trofeos individuales. Eso nunca ha sido decisivo en la Ryder. La novedad es que este Estados Unidos ya no es un grupo de estrellas que se junta una semana cada dos años, sino un equipo formado por chicos que han crecido juntos, celebran en grupo sus victorias y comparten vacaciones. Esa camaradería fue clave en su triunfo de hace dos años.
Y si Europa tiene el mito de Seve, cuya bolsa de palos preside estos días el vestuario europeo, Estados Unidos llega liderado por el renacido Tiger Woods, que la semana pasada completó en East Lake el regreso más inesperado, una historia de película que ha contagiado incluso a la afición europea, que ayer le tributó la ovación de la noche.
Pero también hay motivos para el optimismo. Europa tiene el mejor equipo de siempre según el ranking mundial, con tipos curtidos en mil batallas, depositarios del espíritu de Seve, y por tanto, capaces de ganar partidos con una mirada, como Sergio García, Ian Poulter o Justin Rose, y jóvenes insolentes que se quieren comer el mundo, como Jon Rahm. También le beneficia el escenario, un campo en el que los americanos apenas han jugado y que el ‘greenkeeper’ español Alejandro Reyes ha sembrado de minas para parar los bombarderos americanos.
La cita reúne, pues, todos los componentes para dar lugar a un espectáculo memorable que prolongue la leyenda de este torneo capaz de unir a Europa incluso en la era del Brexit y el antieuropeísmo. Pase lo que pase, el domingo se repetirá la célebre frase atribuida a Samuel Palmer: “Esto hay que repetirlo otra vez”
Nota original de: www.marca.com