El lado «malo» de la maternidad: lo que casi nadie te cuenta antes de ser madre
Es innegable la transformación que sucede en la vida de una mujer con la llegada de un hijo, y de hecho los primeros meses de gestación ya son una pequeña muestra de lo que hay por delante. Aunque el amor sea grande e incondicional, son muchos cambios —algunos permanentes— los que acontecen, y no se falla como madre si se confiesa que no todos ellos son tan buenos.
Es importante valorar las fases de la maternidad y es esencial poder hablar abiertamente del lado no tan bueno de la maternidad. Porque la realidad es que existe. El amor no cambia, es gigante e inmensurable, pero reconocer que no siempre es posible disfrutar de TODO lo que significa ser madre es más que importante (esencial para evitar frustraciones y sentimientos de culpa).
Diversas madres compartieron su sentir. Madres con hijos adultos, madres en el puerperio, madres que siempre soñaron con un bebé y planearon todos los detalles del embarazo, madres que se llevaron un susto cuando la prueba dio positivo, madres casadas, madres que crían solas a sus pequeños, madres que crean con otras madres. La intención del artículo es traer la realidad: el ejercicio de la maternidad.
La realidad de estas madres es muy distinta. Por eso, algunos puntos pueden incluso parecer obvios y otros distantes. Pero todos ellos, en alguna medida, afectan a las mujeres y abordarlos puede ser de gran valor para amenizar posibles sentimientos de culpa y generar empatía.
La cabeza y el corazón cambian
«No sé más quién soy»
Es unánime: toda madre percibe que dejó de ser quien era al encontrarse por primera vez con su hijo. La transformación es tan intensa que, en los primeros meses, falta identidad y sobra confusión. Lleva tiempo que los sentimientos tomen forma y se organicen para que encontrar un nuevo lugar en el mundo.
«No tengo más libertad»
Los niños, especialmente en los primeros años de vida, son completamente dependientes de quienes los cuidan. Por eso muchas veces puedes sentir que pierdes la libertad, aunque sea provisionalmente, de hacer lo que quieras y en cualquier horario. Y es que ahora hay otra persona que dependiendo de ti.
«Perdí la individualidad»
También es provisional y está relacionado con los dos tópicos anteriores. Cuando el niño todavía es pequeño, es común que las madres tarden en encontrar tiempo para sí mismas, para hacer tareas específicas que le den placer individual.
«Me siento sola»
El tiempo dedicado al bebé o al niño y el adaptarse a la nueva rutina acaban, inevitablemente, alejando a muchas personas de nuestro camino. Algunas personas no tienen mucho trato con los niños. Otras, sin embargo, simplemente no logran adaptarse al nuevo estilo de vida. Y que no hay que olvidar a los demás, de salir con los compañeros de trabajo, de reencontrar a familiares más lejanos.
«El sexo cambia»
Las relaciones sexuales ya no son las mismas y muchas veces por un largo periodo. Al principio, debido a las alteraciones hormonales, el parto y la lactancia, el deseo sexual puede disminuir. Luego lleva un tiempo retomar la sexualidad.
«Falta tiempo»
Cuidar de un hijo, especialmente cuando todavía es pequeño y dependiente, demanda mucho tiempo. Puede parecer obvio, pero esa es una de las grandes faltas. Falta tiempo para cuidar de sí misma, para hacer lo que le gusta, para dormir e incluso para hacer todas las tareas que supuestamente son necesarias para la crianza de los hijos.
«Me siento culpable»
Incluso sabiendo que no existe un ideal de madre, todas las mujeres se sienten, en alguna medida, culpables. A veces piensan que lo hicieron mal o que podrían hacerlo mejor. Ya sea durante la gestación, el parto, la lactancia, la educación, la transmisión de valores, las elecciones individuales…
«Sólo pienso en él»
Es común también que —después de la intensa transformación de la maternidad— las mujeres dejen de colocarse en primer lugar. Pensar siempre en el pequeño desencadena una necesidad emocional y física que a menudo parece difícil de romper. Es doloroso y es una tarea necesaria lograr volver a sentirse bien sin su presencia.
«Siento mucho miedo. Me he vuelto insegura»
Son tantas las expectativas para que todo salga bien que el miedo llega y parece no irse más. En los primeros meses hay dudas sobre la lactancia, los cólicos, los llantos. Después viene la incertidumbre sobre el desarrollo motor, el desempeño escolar y la lista puede seguir…
A medida que los años pasan, otros tipos de miedos van a apareciendo: «¿Seré capaz de construir una persona buena?», «¿Cómo serán sus amigos?», «¿Y su primera relación?”, «¿Lo orienté bien sobre las drogas?» , «¿Y el sexo?», «¿Estoy siendo capaz de darle todo lo que necesita?», «¿Él será respetado?», «¿Y si muero?«, «¿Y si él muere?». Estas interrogantes son constantes y comunes en todas las madres.
«Tengo que entender que él es otra persona»
La expectativa depositada en un hijo también puede convertirse en un desafío. Verlo como un ser autónomo, independiente, con voluntades y personalidad propia es un desafío. No siempre le gustará lo que su madre imaginó que le gustaría y aceptar con respeto y amor esas diferencias no es tan simple como parece.
El cuerpo cambia
Además de los cambios emocionales, los físicos también aparecen. Están los cólicos y los mareos en la gestación, el dolor del parto o la recuperación de la cesárea, de la espalda sobrecargada, etc. También están las estrías, la panza que quedó flácida, los senos que se volvieron diferentes. Aunque todo esto es signo de que hay un amor gigante en constante crecimiento, todavía afecta el autoestima de muchas.
Cómo la sociedad a veces contribuye a ver «el lado malo»
No solo está la «expectativa vs. realidad» de la madre sobre la maternidad. También están las cuestiones emocionales y las transformaciones físicas, y la forma en que la sociedad ve a las madres también puede contribuir a ver aspectos negativos de esa ya ardua tarea.
Juicios
Independiente de las elecciones de una madre, sus actitudes siempre serán juzgadas. Toda decisión está sujeta a recibir una mirada o un comentario (y aunque algunos se hacen con buena intención y cariño, otros apuntan sólo a la crítica).
¿Hay que hablar del lado «malo» de la maternidad?
La conciencia de la existencia de todas esas fases y sentimientos (no todos buenos, es verdad) puede dar el resultado de una maternidad más real, menos culposa y frustrante, con una mirada más generosa de una misma y de autoaceptación.
Como madre infórmate, intercambia ideas, revisa actitudes si lo consideras necesario, pero ante todo acepta que estás haciendo lo que está a tu alcance y tu hijo solo puede encontrar beneficios de ello. La «madre perfecta» no existe.
Y si no eres madre, piensa que también tienes responsabilidad sobre esas relaciones. Y que como integrante de la sociedad, también puedes contribuir a un mundo con menos prejuicios y con más empatía y paciencia.