¿Qué? ¿Oler comida te puede engordar?
¡No nos digan eso!
No puede ser… Año con año nos ponemos el propósito de bajar de peso, ser más saludables, hacer ejercicio y comer la menor cantidad de chatarra posible para que de pronto llegue esta noticia a darnos justo en el corazón.
Científicos de la Universidad de Berkeley han llegado a la conclusión de un estudio que definitivamente no te harán feliz y eso es que oler la comida engorda. ¡No es broma! Ya no podremos pasar a lado de un trompo de pastor sin respirar fuerte porque en menos de lo que canta un gallo ya estaremos utilizando otra talla de pantalón.
Los héroes (¿o villanos?) que llegaron a esta conclusión fueron los científicos Andrew Dillin y Céline Riera que se dieron a la tarea de publicar en la revista Cell Metabolism como es que influye el sentido del olfato en la acumulación de grasas y para ello utilizaron terapia genética para anular las terminaciones nerviosas de un grupo de pequeños y lindos ratoncitos durante tres semanas. En palabras más sencillas: los privaron del sentido del olfato. Más tarde le darían a los ratones una dieta rica en grasas mientras que otro grupo de roedores seguía con el sentido del olfato intacto.
Prepárate porque ahí viene lo que te romperá el corazón:
Ambos grupos de roedores consumieron la misma cantidad de comida, la única diferencia es que unos podían oler y los otros no, aquí es cuando viene el problema: Los ratones sin olfato engordaban menos.
Aquí fue cuando los científicos descifraron, en parte, que los animales que no estaban privados del olfato tendían a subir de peso más rápido. Aunque los científicos no están cien por cien seguros, se puede aclarar que la culpa es del metabolismo, pues los ratones que no olían la comida mostraban un mayor ritmo metabólico
La hipótesis de Dillin y Riera es que, el sentido del olfato le indica al organismo cuándo ha llegado el momento de comer, y eso modifica su funcionamiento a nivel metabólico. En otras palabras, cuando olemos comida, nuestro organismo reacciona preparándose para almacenarla.
¿Y adivina qué? Cuando no olemos la comida el cuerpo cree que ya la hemos procesado o aún no ha llegado el momento de comer, por lo que sigues quemando grasas por el ritmo metabólico que s mantiene estable.
El doctor Andrew Dillin lo explica:
Los sistemas sensoriales juegan un papel crucial en el metabolismo. Ganar peso no es solo una cuestión de cuántas calorías se ingieren, sino de cómo se perciben esas calorías. Si podemos demostrar esta hipótesis en humanos, quizá podamos desarrollar un fármaco que interrumpa ese circuito metabólico sin afectar al sentido del olfato.
Adiós, trompo de pastor, siempre recordaremos tu característico olor.